
El 24 de mayo de 1964 se produjo la mayor tragedia en la historia del fútbol. Cientos de hinchas murieron atrapados en el Estadio Nacional.
Era un día frío, lo supe al atravesar la avenida España rumbo al Oratorio de Breña donde aprendía a jugar el fútbol a mis cercanos 10 años. Solo me detuve unos instantes en la línea del tranvía cuando reparé que ese día se jugaba un partido trascendente en el Estadio Nacional. Lo avanzado de la tarde me hizo desistir de ir al coloso donde solía ver a los mejores jugadores de Lima y el Callao. Como dirían los viejos, era un consumado mataperro.
Por Efraín Rúa (Periodista invitado)
Un desastre en el Estadio Nacional
Horas después, cuando la procesión de María Auxiliadora atravesaba Guzmán Blanco volví a reparar en mi decisión. A esas horas, una llovizna intermitente hacía más fría y oscura la tarde. Los rostros de los aficionados que retornaban del Estadio Nacional nos envolvieron con su tristeza. Ver los rostros llorosos de hombres trajinados marcó esa fecha aciaga. A los lejos se escuchaba el ulular de las sirenas, el estallido de las bombas y, lo que presumíamos, disparos de bala.
Solo pude apreciar la dimensión de la tragedia cuando horas después retorné a mi casa y pude palpar la desesperación de mis padres que preguntaban por mí tras enterarse de la tragedia. A lo largo del tiempo nunca pude olvidar esos momentos, siempre retornaban a mi memoria y surgía la pregunta de cómo pudo suceder eso.
Caos total
Esa interrogante me asaltó como una obligación profesional cuando ejerciendo el periodismo no pude encontrar respuestas convincentes a preguntas elementales como por qué se arrojaron bombas a las tribunas, por qué el ministro de Gobierno y Policía Juan Languasco negó ello, por qué no hizo nada pese a que estaba en el estadio y por qué se dispararon balas contra los aficionados.
Las respuestas que encontraba frente a estas preguntas aumentaban mi confusión. El que la Guardia Civil acusara a los comunistas de una asonada o que el prefecto y el subprefecto fueran acusados como responsables no tenía ni pies ni cabeza, como tampoco que las dos cámaras legislativas, en manos de la oposición, librarán al ministro de toda responsabilidad.
Más bombas
Y en medio de ello, la controvertida figura de Víctor Vásquez Campos, el famoso Negro Bomba, conocido por sus repetidos ingresos al campo de juego, famoso defensista del Odriismo, al que se quiso utilizar como chivo expiatorio cuando lo cierto es que los ánimos estaban caldeados tras la anulación del gol de Kilo Lobatón por parte del uruguayo Ángel Pazos, a menos de 10 minutos que acabe el partido.
EXPLOSIVO. El hincha apodado 'Negro Bomba' atacado por los perros policías.
La actuación de la policía no hizo más que exasperar a los aficionados peruanos, pero es falso que estuviera en riesgo la integridad del árbitro o los jugadores argentinos, como argumentó el comandante Jorge de Azambuja para justificar el lanzamiento de bombas lacrimógenas a las tribunas. Otra pregunta que queda pendiente es quién ordenó el lanzamiento de las granadas, Azambuja dijo que no fue él. ¿Acaso fue el ministro Languasco?
Hay muchas preguntas que absolver. Eso es lo que he tratado de hacer en mi libro El gol de la muerte (2014) y en el documental que estoy tratando de terminar, en el que algunos protagonistas de esta tragedia cuentan lo que fue un día trágico e inolvidable.
UN ÉXITO. El libro de Rúa aclara muchas dudas sobre la tragedia.
Cifras de la tragedia en el Estadio Nacional
El informe del hospital Dos de Mayo indicó que el 90% de las víctimas murieron por asfixia. El gobierno de turno informó que fallecieron 300 personas, pero trascendió que en realidad fueron más de mil.
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